Asiente - y serás cuerdo -
Disiente - y de inmediato serás el peligroso -
Y te pondrán Cadenas .
Emily Dickinson
Todo el mundo parece maravillado con la Apicultura Urbana. No es mi caso. En un ejercicio de asertividad nada fácil, sabiendo que voy en contra del "discurso de valores dominantes", y tratando de no aferrarme a la necesidad y el deseo de aprobación y aceptación por los demás, me atrevo a compartir contigo mi opinión sobre este tema. Próximamente, publicaré también en el blog los dos artículos que sobre apicultura urbana escribí para la revista Apicultura Ibérica, sobre el origen e historia, así como las ventajas, inconvenientes y conflictos de las abejas en las ciudades, con una visión más ecuánime e imparcial sobre esta cuestión.
Si Thoureau hubiera sido apicultor y vivido en nuestros días, nunca hubiera colocado sus colmenas en la azotea de un edificio en una gran ciudad. Después de haber conocido y leído parte de su vida y obra, estoy totalmente convencido de ello. Yo, por sus mismas razones,tampoco lo haría. Y es que para todos aquellos que, como Thoureau, teñimos de trascendencia cada uno de nuestros encuentros con la naturaleza, acceder al colmenar mediante un ascensor lo arruinaría todo. Es posible que, si también te consideras hijo de Félix Rodríguez de la Fuente, tocado además por la varita de Araújo o tienes tu "Walden" personal, sientas lo mismo.
No me imagino llegando a mis colmenas de otra forma que no sea atravesando la espesura del encinar cerrado ,a veces, por un manto de jaras o una cortina de retamas, o surcando el mar de pasto de la dehesa, con el coche mecido por el suave oleaje de chupamieles, cantuesos y dientes de león.
"Ir de colmenas" implica, para mí, un "antes", un "durante" y un "después". El "durante", cuando abro la colmena, se convierte en una auténtica experiencia de "mindfulness ", un ejercicio de atención plena donde no soy consciente de nada de lo que me rodea más que del movimiento de las abejas sobre los cuadros y alrededor de mi cabeza, así como del olor que emana de su interior al levantar la tapa. Pero el "antes" y el "después" también forman parte de la experiencia y, durante el viaje de ida, así como cuando vuelvo a casa, mis sentidos, en estado de alerta, no dejan escapar un detalle de cuantos sonidos, olores y colores, incluso sabores,la Naturaleza me ofrece a cada segundo, aceptando gustoso - en este caso - el juego de la _hiperestimulación_, ese que tanto me abruma y aturde en la vida diaria cuando procede de fuentes y elementos que no tienen su origen en la madre Natura.
Podría, no obstante, en un momento dado y si no tuviera otra opción, ubicar mis abejas en lo alto de un edificio y prescindir de la intensa emoción del "antes" y del "después", y quedarme tan solo con el instante mágico de abrir la colmena. Si viviera en una ciudad y no tuviera ninguna otra posibilidad de ser apicultor más que así, lo haría, y es por eso que entiendo y respeto de corazón a esos neoyorquinos, londinenses y tantos otros habitantes de ciudades que lo hacen.
Otro de los motivos por el cual nunca ubicaría mis abejas en una gran ciudad sería por la calidad de la miel y los productos obtenidos de ellas. No me imagino consumiendo ni utilizando el polen o el propóleos recolectado por mis abejas en la ciudad, encapotada con frecuencia por nubes de contaminación, donde la deposición de partículas contaminantes sobre las plantas es un hecho constatado.
De nuevo, y si no tuviera más remedio que ser apicultor en la ciudad, podría prescindir de mis escrúpulos y consumir los productos obtenidos. A fin de cuentas, podría convencerme a mí mismo y pensar que todo es cuestión de "dosis", que **Paracelso** tenía razón cuando dijo que _"nada es veneno, todo es veneno: la diferencia está en la dosis"_, y, por lo tanto, habría de consumir muchos kilos de productos, durante mucho tiempo y altamente contaminados para que la "dosis" de estos produjera efectos perjudiciales en mi organismo. Este razonamiento y concepto de la "dosis" y la relación "causa/efecto",no obstante, podrían discutirse, y difícilmente me convencería, ya que la _epigenética _lleva años enseñándonos que realmente "somos lo que comemos", como también lo son las abejas, que en función del alimento que reciba la larva nacida de un huevo fertilizado puesto por la reina, su código genético (los genes encerrados dentro de ese huevo y que lleva la larva recién nacida) se expresarán de una forma o de otra, dando lugar a una reina o a una obrera. Por lo tanto, no sólo importa la cantidad, también la calidad, no todo depende exclusivamente de la dosis, sino de la "cualidad" o calidad de esa dosis.
Pero como digo, si no tuviera más remedio, podría hacer de tripas corazón y comerme la miel y el polen y no darle vueltas ni plantearme estas cuestiones.
Pero hay un tercer y último motivo por el cuál no pondría mis colmenas en la ciudad. Y este sí que es un escollo insalvable para mi, para el que no tengo "peros" ni "no obstantes", y es el hecho de que las abejas pueden ser molestas, incluso dañinas y peligrosas , para otras personas. Hay quien tiene problemas psicológicos con ellas y sienten pavor ante la sola presencia de una abeja en sus inmediaciones; hay quien tiene problemas de salud relacionados con ellas, como es el caso de muchos alérgicos a su picadura, y hay quien no se enfrenta a ninguno de estos dos problemas pero que no tienen por qué aguantar ni picaduras ni sufrir molestias mientras nosotros disfrutamos de nuestro hobby.
Conozco de primera mano todos estos inconvenientes; no he tenido abejas en la ciudad pero sí en una zona de la periferia urbana, a 500 metros del casco urbano y a 30 metros de viviendas habitadas durante todo el año. No lo hice a voluntad, fueron caprichos de los enjambres y otros azares del destino y, aún sin abrir nunca las colmenas, mis abejas fueron realmente molestas para estos vecinos: picaduras; cientos de abejas bebiendo en las macetas recién regadas o en la piscina durante el verano; abejas colándose e inundando la cocina atraídas por olor de ciertos alimentos; temor por los niños pequeños de las casas que, atraídos por el movimiento de las abejas en su zona de juegos,las querían atrapar igual que hacían con las hormigas; incidentes con visitantes de mis vecinos que accedían a la zona de las abejas en mi ausencia, etc, etc.
Mi naturaleza, un tanto introvertida y sensible, hacía mía la zozobra de esas personas. Este rasgo de mi carácter es el que hace que normalmente piense antes en el bienestar de los demás que en el mío y que me obsesione con no hacer nunca daño a nadie, ni con mis palabras ni con mis actos, y si coloco mis colmenas en la azotea de un edifico sé que habrá personas perjudicadas. Nuestra libertad para hacer lo que queramos acaba donde empieza la de nuestro vecino. Y como creo que puede que no todo el mundo tenga la suficiente sensibilidad como para pensar primero en el bienestar de los demás y luego en el suyo, son los poderes públicos, las autoridades competentes,los que deben velar por aquellas personas que puedan verse afectadas, y la forma de hacerlo es no permitiendo, de manera legal, tener abejas cerca de los cascos urbanos y/o viviendas habitadas, y mucho menos dentro de ellos. Es por ello que la legislación actual (Real Decreto 209/2002, por el que se establecen normas de ordenación de la explotaciones apícolas; artículo 8 ) prohíbe la ubicación de colmenas a menos de 400 metros de centros urbanos y núcleos de población, y colocarlas en la azotea de tu vivienda
La subespecie de abeja que habita la Península Ibérica, Apis mellifera iberiensis, tiene un comportamiento defensivo notablemente más acusado que otras subespecies que se utilizan en la apicultura europea y de otros países del mundo, lo cual la hace poco recomendable para su manejo en entornos habitados. Estas otras abejas más dóciles y manejables, como son la cárnica, lingustica (italiana) o líneas como la Buckfast, son las que aparecen en los vídeos realizados en las ciudades europeas y que inundan Internet y las webs de apicultura urbana, donde apicultores sin protección alguna, manejan panales y abejas como si de moscas se tratara.
Traer estas otras abejas a nuestro país para utilizarlas en las ciudades -como parece estar ocurriendo- no tiene sentido y puede ser incluso más contraproducente aún que utilizar la nuestra. Al poco de volar sobre los cielos de nuestras ciudades, acabarán reproduciéndose y cruzándose con las abejas autóctonas, perdiéndose para el apicultor que las hubiera traído y, además, resultando este cruce en abejas más defensivas aún si cabe que la autóctona.
Es por todo esto que digo "abejas en las ciudades sí; colmenas en las ciudades no". Las abejas son ya habitantes habituales de nuestro hábitat urbano,sin ser necesario que ningún apicultor instale colmenas en el balcón de su casa. Disfruto de ellas en cada planta en flor de mi ciudad y de otras que visito, sin existir apicultores urbanos en ellas.
Cuando digo que no estoy de acuerdo con el hecho de que se permitan colmenas y apicultura en la ciudad, me estoy refiriendo a que cualquier persona pueda colocar una colmena en el patio de su casa para obtener los productos propios de las abejas, realizando el manejo apícola habitual que realiza el apicultor para ello. Otra cosa muy distinta serían las colmenas en manos de asociaciones de apicultores expertos, jardines botánicos o cualquier otra institución o entidad con fines educativos y divulgativos que utilizan las abejas y su mundo en tareas de educación ambiental y ciudadana, así como aquellas destinadas a fines científicos o técnicos (estaciones de monitoreo de la calidad ambiental del aire, por ejemplo). Para este tipo de uso estoy totalmente de acuerdo en que pueda permitirse y regularse, siempre bajo unas condiciones de ubicación, control y manejo específico. Pero eso es una cosa y otra muy diferente es hacer apicultura en la ciudad.
Decía Thomas Mann que "una gran verdad es una verdad cuya contraria es también una gran verdad" (Ensayos sobre Freud).
Esto que has leído es mi verdad, fruto de mi personalidad y experiencia; a buen seguro tú tienes la tuya, contraria a esta que yo expongo y, probablemente, como señalaba Thomas Mann,tan verdad como la mía. Es por eso que te invito a que me escribas y me la envíes, la publicaré encantado a modo de réplica y así todas las voces, opiniones y motivaciones serán escuchadas.
P.David Quesada
desdelapiquera.com